Ese era nuestro destino.
Fue hace 2 años, cuando más carteras Tote vendimos. Hice los diseños más variados.
Me pidieron combinar cueros impensados. Otras carteras fueron más clásicas. De lo que no hay duda, es que fueron muchas. Muchas carteras.
Fabricarlas me llevó más tiempo de lo previsto. No pude cumplir con las fechas deseadas.
Pero debía poner un límite.
Me comprometí con algunas clientas a entregar sus carteras sin falta antes de Navidad.
Terminé las últimas 2 carteras el 24 de diciembre.
No el 20, o el 22, como para hacer un envío exprés.
No.
El mismo 24 de diciembre.
Armamos rápidamente los bolsos de toda la familia. Sacamos algunas fotos a las carteras.
Y a la tarde nos subimos al auto rumbo a CABA, y luego a General Pacheco, viajando desde Mar del Plata.
Ya cerca de la cena navideña, entregué la primera cartera.
Fue un momento muy emocionante, cerrar un ciclo largo de charlas con la clienta, de espera, de expectativas, y al fin el alivio de cumplir con mi palabra.
Seguimos viajando. Más tarde entregamos la segunda cartera.
La alegría de una de mis clientas favoritas, era todo lo que necesitaba para cerrar ese ciclo.
Era la última cartera del año
No la última de la lista, pero sí la última de ese tirón, de ese gran esfuerzo por cumplir con las personas que habían confiado en nosotros en un año de tantos pedidos, que tanto habían esperado por su cartera super personalizada.
Solo faltaba una cosa.
Llegar a brindar con mi familia antes de las 00hs.
Tomamos la Panamericana rumbo a Campana.
Estaba vacía. Éramos los únicos en la ruta.
Parecía esos videos de la pandemia, solo faltaba que cruzara un ciervito.
Mirábamos a cada rato el reloj del auto.
Se acercaban las 12 y aún faltaban bastantes kilómetros.
En eso observamos una luz.
No era la luz de un arbolito.
Tampoco la luz al final del túnel.
Era el indicador de combustible. Indicaba que solo nos quedaba la reserva.
Miramos el GPS. Miramos la luz de la reserva. Nos miramos por unos segundos.
Finalmente decidimos no preocuparnos. En los largos kilómetros que quedaban por recorrer, había muchas estaciones de servicio.
En seguida apareció una en nuestro camino.
Nos detuvimos.
Estaba cerrada.
Nos detuvimos en otra.
Cerrada.
Fuimos bajando en cada puente. Y entendimos que todas estarían cerradas.
No éramos los únicos deseando pasar la Noche Buena con la familia. Nos miramos. Por un lado estábamos aliviados de haber cumplido con las entregas.
Eso había sido lo principal.
Pero ahora, con el cansancio acumulado, y el cuerpo pidiendo llegar para poder relajarse al fin…
Empezamos a preocuparnos. Llamamos a mi familia, compartimos ubicación, y quedaron a la espera de más noticias.
En ese momento solo había una cosa que hacer:
Seguir manejando.
Cada puente era un festejo.
Teníamos que mantenernos optimistas. Y finalmente llegamos al cruce más cercano a la familia.
Eran las 23.40
Los llamé de nuevo. Aún nos esperaban.
¡Nos esperaban para comer!
Estaban listos para buscarnos, si el auto se quedaba. Seguimos por esa ruta eterna, más oscura y solitaria que la Panamericana.
Quedaban ya pocos kilómetros.
Qué lejos parece Mar del Plata de Campana, cuando no te queda nafta.
No nos quedaba nafta de ningún tipo.
Figurativamente, ni literalmente. Y al fin llegamos a la parte iluminada de la ruta. Llegamos al pueblo.
¡Y llegamos a la casa justo antes de las 12!
Entre abrazos y la relajación muscular luego de la tensión de los últimos no sé cuántos kilómetros, llegó la Navidad.
Brindamos primero, y comimos después.
Nunca olvidaremos esa víspera de Navidad.
Hablando de la familia, hoy llega la familia a festejar con nosotros el Año Nuevo. Esta vez viajan ellos.
En el próximo mail te cuento cómo pasamos ésta Navidad.
¡Y te deseo un fin de año lleno de buenos deseos, con pensamientos de superación y con mucha fuerza para empezar el 2025!
PD: En 2025 Deira lo va a dar todo!!
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