Deira somos: Pato y Nikki

Pero tengo algo en mis venas, que me lleva siempre a crear cosas con mis manos.

Es mi refugio, lo que me sale natural.

Lo que alguien considera un objeto, para mi es un elemento, un material que puede ser la solución de algún problema.

De chica pasaba horas armando cosas con Lego y jugando al Tetris.

Amaba dibujar y pintar, hacía collages, y cuando llegué a la era digital, llené montones de disquetes con dibujos hechos en Paint.

Estuve cerca de estudiar arquitectura, pero imagino que hubiera disfrutado más de colocar los ladrillos que de todo lo demás.

El arte me acompañó siempre, y la costura llegó un día, y no se fue más.

Me pareció que era la forma más rápida de unir piezas para crear algo útil y duradero.

Y a mí me encantaba crear.

Comencé personalizando mi ropa, transformándola a mi gusto, sin un rumbo en particular.

Hasta que un día, vi una película que me marcó el camino a seguir.

Era sobre la vida de Coco Chanel.

Me impactó cómo supo aprovechar su talento en el diseño y la costura para crear una marca memorable.

Y fue tan grande la inspiración, y yo ya era tan amante de las carteras, que ese mismo día, diseñé y cosí durante toda la tarde, y la noche entera, mi primera cartera.

Lo único que sabía sobre carteras, era combinarlas con los zapatos.

Así que imaginá el resultado. 

Pero una vez que empecé, no pude parar.

Mis mejores amigas empezaron a hacer sus pedidos, y para cada cumpleaños esperaban una de mis creaciones, para la cual yo buscaba telas y materiales de su color favorito, por toda Mar del Plata.

De grande me di cuenta que la «diferenciación» me acompañó siempre.

Ese comienzo no fue fácil.

A pura prueba y error, aprendiendo sola, me frustré mucho.

Por suerte después nos casamos, y al mudarnos a Campana, tuve acceso a los cursos de marroquinería que había en CABA.

Salía de casa a las 7am y volvía a las 23.

Hacía todos los cursos que había: moldería, diseño, costura, y armado.

Estaba decidida.

Y todo venía genial.

Hasta que sufrimos una tragedia familiar con mi primera hijita.

Mi familia y mis amigos no se despegaron de mí.

Pero lo que me salvó, fue el trabajo manual con las carteras.

Solo eso me ayudó a sobrellevar tanto dolor. Diseñaba y cosía sin parar, de sol a sol, para no pensar en otra cosa. 

Para no pensar.

Así empecé a vender mis creaciones.

Eran todas distintas, y me pedían detalles especiales para que fueran únicas. 

Pero tengo que confesarte que las carteras que hacía en esa época no se parecen en nada a las que hago ahora.

En esa época mis carteras eran de cuerina y tela, y usaba herrajes de zamac.

Materiales super fáciles de trabajar y que se consiguen en cualquier lado.

Pero un día me vi obligada a frenar.

Una amiga me mostró cómo una cartera que le había vendido se estaba pelando toda, y se le había roto el cierre.

La vergüenza y la bronca que sentí en ese momento son difíciles de describir.

Y ahí mismo me prometí estudiar a fondo otras alternativas, y hablar con muchas mujeres para saber con qué otros problemas se enfrentaban.

Después de años de investigar, de formarme, y de pasar tiempo probando lo que funcionaba y lo que no, nació Deira.

Hoy continúo aprendiendo esta profesión con mentores de Nueva York y Londres. Me gusta el estilo de la marroquinería fina que se trabaja afuera, aunque lleve mucho más trabajo.

¡Quiero ver más mujeres disfrutando de una cartera que realmente les sirva! 

Me indigna que pierdas tiempo y dinero comprando carteras que no te resulten prácticas, sean incómodas y te duren poco.

Vengo a cambiar eso.